Ejes programáticos para una política cultural

Ejes programáticos para una política cultural.
“Arrebuscando en el baúl de los recuerdos…”
(Karina, cantante pionera de la memoria con minúscula)
Entradilla.
Nos hemos propuesto hacer un recopilatorio de textos que nos parecen interesantes: por sí mismos, por lo que nos dicen en las presentes circunstancias y por lo que nos puedan hacer pensar para el presente y el futuro.
Dicen las malas lenguas que en los anaqueles y archivos de los rojos duermen, cual damiselas narcotizadas, ponencias esclarecedoras, propuestas deslumbrantes, diagnósticos dramáticos, vibrantes llamamientos…
Por si el recuerdo del ayer, a la manera de Fray Luis de León, sirviera para alimentarnos en este presente, tan intoxicado por la mala alimentación mediática que convierte el pensamiento político en exabrupto de “culebrón”, os ofrecemos el texto que sigue a continuación y que ni tiene autor o autores conocidos (creemos que hay varias capas de aportaciones) ni carácter oficial o representativo de la organización que se cita.
Pero las palabras, como componentes de una pócima mágica, tienen la fortuna de juntarse y con ello, la ocasión de proponer pensamientos que se formulan en frases y en párrafos que ahora nos sirven para apreciar el devenir de nuestra historia de luchas, debates y propuestas.
Pasen y lean.
Preámbulo.
La cultura, claro está, no existe aislada de una sociedad, no se produce ni vive fuera de su contexto espacial y temporal, de sus relaciones con las condiciones y clases sociales, con las leyes sociales y económicas de una realidad concreta en un momento concreto de la Historia. Abarcar el debate sobre la cultura actual en nuestro país es abarcar el debate sobre la cultura que se produce en el capitalismo español actual, la cultura (o culturas) que emerge de esta sociedad de explotación. El capitalismo como toda sociedad de explotación necesita producir y reproducir sus condiciones de vida y entre ellas figuran sus representaciones del mundo, sus imágenes del mismo. Producir mecanismos ideológicos, mitos, valores, normas ocultas, etc. para perpetuar la dominación. Toda producción ideológica es también una relación política, una relación de poder, y esto nos indica que la cultura es un espacio de conflictos ideológicos y en el capitalismo, además, es un útil mercado de productos ideológicos.
El negocio cultural le resulta a la burguesía doblemente rentable, pues a la vez que adquiere beneficios, hace propaganda de su opción política e ideológica entre todos aquellos que absorben los mensajes adquiridos a través de su difusión cultural. Para advertir esto sólo tenemos que prestar atención a los niños de nuestro país, los cuales conocen mejor las extrañas marcas de las grandes multinacionales o los nombres de los ídolos musicales extranjeros que las reglas ortográficas de nuestras lenguas. Este avance de la burguesía en el campo cultural provoca a su vez que el creador individual que quiera hacer llegar su obra al gran público, ha de asumir que en el mercado hay unas leyes impuestas por los que lo controlan, y que ha de acatarlas en lo que respecta al fondo y forma, o renunciar.
La vida urbana del capitalismo del siglo actual, transgrede a cada momento el anterior orden burgués aplicado a la cultura, va aún más lejos. Los intereses mercantiles se cruzan con los estéticos, históricos y comunicacionales. Las luchas semánticas por perturbar el mensaje de los otros, cambiar su significado, subordinar a los demás a su propia lógica, son puestas en escena de los conflictos entre las clases sociales. Un buen ejemplo de esto es la apropiación que han hecho para sí los portavoces de la ideología dominante de la palabra "solidaridad". Incluso, recientemente, hemos visto una campaña para hipotecas del Santander Central Hispano que utiliza como lema propagandístico la palabra "Revolución" apareciendo pintada en estilo “graffiti” y en color rojo.
En las condiciones actuales de expansión total del capitalismo con sus procesos de intersección y transacciones, migraciones, fusiones raciales o étnicas, requiere no sólo hablar de mestizaje, sincretismo o creolización. Se ha visto necesario utilizar la categoría de hibridación que se refiere no sólo a las mezclas de elementos étnicos o religiosos sino a las mezclas con productos de las tecnologías avanzadas y procesos sociales modernos o posmodernos. Los procesos globalizadores acentúan la inter-culturalidad moderna al crear mercados mundiales de bienes materiales y dinero, mensajes y migrantes. La mezcla ahora es dirigida, programada y forma parte del proceso de producción.
A esto añadimos el cinismo con el que se dirige la industria global. Los mayores centros de defensa del medio ambiente, las mayores fundaciones sobre la conservación de la naturaleza pertenecen a las industrias más contaminantes del planeta. Uno de sus pedacitos es esa inmensa fundación llamada literatura cuyos gastos sufragan los Estados a medias con diversas modalidades de empresas, fundamentalmente empresas de medios de comunicación. El resultado es que quien destruye el medio ambiente finge defenderlo, quienes secuestran la libertad fingen que la defienden.
El nuevo lenguaje es el resultado de un capitalismo que necesita construir nuestro "yo" como mero dispositivo-mercancía, como simple efecto de resultados económicos-vitales. Trata de mediatizar nuestro comportamiento de acuerdo a las necesidades del mercado. No es que nuestra cultura esté agonizando, es que agoniza nuestra anterior imagen del "yo" y del "lenguaje" y se construye otra nueva imagen de una forma aún más dirigida, más programadamente construida, debido a la entrada en escena del actual poder mediático y cultural de las clases capitalistas. Podríamos decir que la película "Matrix" está perdiendo su catalogación de ciencia ficción.
Las clases trabajadoras dominadas, sobre todo en los países de capitalismo desarrollado, lejos de tener en sus riendas el futuro de sus vidas, se encuentran bajo una confusión absoluta de su rol y buscan en los actos de consumo el "sentido a su vida". Esto provoca que la subjetividad oscile entre el júbilo del asalto a la abundancia de mercancías o los ratos de embriaguez eufórica como espectador (como los compradores compulsivos a golpe de tarjeta de crédito o como los hinchas de equipos de fútbol) y el abatimiento ante una realidad que se puede mostrar vacía y sin sentido (dando lugar a problemas como el alcoholismo, drogadicciones, ludopatía, patologías psíquicas, etc.,…).
Ahora bien, en este comienzo de siglo la producción cultural en España se realiza en un paisaje social en el que por una parte las clases trabajadoras están atemorizadas por el nuevo poder fáctico adquirido por el empresariado que pisotea sin rubor derechos duramente adquiridos por los trabajadores, y por otro esas mismas clases muestran una desconfianza creciente hacia las organizaciones políticas de izquierda vistas como agencias de servicios políticos que responden a sus propios intereses y que son impermeables a los problemas reales de la gente, entre ellos los culturales. La consecuencia es lo que denominaríamos un consenso apático hacia las políticas agresoras de los distintos partidos de la burguesía: privatizaciones, desregulaciones, empresas de trabajo temporal, inflación y rebaja del salario real, constitución europea neoliberal, etc., etc., etc.
La cultura popular puede ser entendida como el resultado de la apropiación desigual de los bienes económicos y simbólicos por parte de las clases subalternas (como las clases populares traducen esos bienes económicos-simbólicos a su realidad). La sociología, para lo que nos interesa, muestra una bifurcación entre los que conceden toda la iniciativa a los grupos dominantes y los que piensan que la `cultura popular' no es un efecto pasivo o mecánico de la reproducción controlada por los dominadores sino que también se constituye retomando sus tradiciones y experiencias propias en el conflicto con quienes ejercen la hegemonía, esto es, con la clase que si bien dirige política y económicamente la reproducción, debe consentir espacios o se le arrebatan espacios donde los grupos subalternos desarrollan prácticas independientes no siempre cómodas y cooperantes con el sistema capitalista. Es en esta segunda lectura sobre la cultura popular donde debemos situarnos, y, practicándola como instrumento por una transformación social profunda, podemos llamar cultura antagonista.
Inmersos en la actual "matrix" de dominación ideológica y cultural es necesario abrir espacios colectivos: de participación comunitaria, de prácticas democráticas, de construcción de organización social. Es necesario romper la invisible tela de araña ideológica que nos atrapa y poner en marcha iniciativas emancipadoras culturales. Frente el fomento del individualismo, del ser-objeto consumidor y la mercantilización del tiempo libre es necesario construir lo colectivo, el ser-sujeto participativo y creadores de nuevas manifestaciones culturales.
Una de las luchas fundamentales en el plano cultural es la creación y recuperación de espacios libres y públicos que sirvan para desarrollar actividades culturales desde el antagonismo de clase. Desde hace varios años en distintos países se han ido fortaleciendo este tipo de iniciativas.
La izquierda transformadora tiene una responsabilidad respecto a los miles de personas que rechazan pasiva o activamente, aunque no siempre de forma “política”, las ideas y actitudes de la derecha: la responsabilidad de fomentar la resistencia, articularla, tratar de darle oportunidades de expresión intelectual y ofrecerle una expresión política, tanto institucional como no institucional. Y una izquierda que pretenda cambiar esta sociedad y no adaptarse resignadamente a sus injusticias sólo puede prosperar sobre una amplia base social movilizada. Los problemas siguen ahí, duros e insoslayables. Y aunque no está claro que en nuestras sociedades exista esa base social con objetivos claros y dispuesta a movilizarse, la movilización dependerá, como hasta ahora, de la voluntad de aquellos hombres y mujeres conscientes que no están de acuerdo con el estado de cosas existentes. La recuperación de la izquierda sólo puede producirse, aunque sea a medio o largo plazo, si se vence en el terreno cultural. Una batalla que debe llevarse en el terreno de las ideas, pero también en su aplicación práctica, y para la que hacen falta instrumentos de los que hoy carece la izquierda. No se está en la izquierda sólo por declararse en ella, sino por llevar a la práctica sus principios.
Cultura
1) Que nuestra política cultural debe cubrir las dos vertientes principales de la acción cultural. La defensa de la Cultura como patromonio y la Cultura como ámbito de comunicación y transmisión de valores. Todo ello en la perspectiva de servir a las necesidades que se plantean a nivel local y global y para luchar por un mundo mejor, tal y como pueda definirse democráticamente, es decir, asumiendo la participación ciudadana a la hora de establecer las prioridades de actuación.
2) Que nuestra política cultural debe defender la memoria histórica y rememorar eventos que fueron significativos en nuestra historia cuando, precisamente, no son reconocidos o son minusvalorados por el sistema imperante.
3) Que nuestra práctica cultural debe poner un mayor énfasis en los métodos de organización de actividades culturales en el sector público porque, en la realidad del día a día, somos los únicos que podemos poner los recursos públicos a disposición de los ciudadanos. Otras formaciones políticas están instaladas en la más que evidente "externalización" de servicios y eso hace que IU tenga la enorme oportunidad de aparecer como la única fuerza política capaz de trabajar al servicio directo de los ciudadanos previamente organizados. Ello implica reforzar a nivel de IU y de instituciones donde IU influye o gobierna, los sistemas de participación ciudadana entendidos en su acepción más amplia. La participación ciudadana debe contar en todas las fases de diseño, ejecución y evaluación de nuestra política y de los programas, y muy especialmente cuando actuamos a nivel municipal.
4) Hay que trabajar en un plan piloto de coordinación de recursos culturales por comarca, para que la acción municipal se vea reforzada con la participación social y con la colaboración de artistas, tanto profesionales como aficionados, que pudieran dedicar parte de su tiempo libre a participar en campañas de dinamización cultural que nos hagan vislumbrar otra forma de distribución de productos culturales.
5) Hay que interesarse vivamente por las nuevas tecnologías y los nuevos mercados y/o ámbitos de distribución cultural que se están creando.
Esto nos lleva a la necesidad de abordar cuestiones como el software libre y el acceso a dotaciones informáticas y la utilización de estas nuevas tecnologías en lo interno de IU.
6) Por otra parte, la extrema vigencia temporal de los denominados “derechos de autor” tal y como están establecidos en la actualidad, representan una barrera para la incorporación de la cultura al dominio público, por lo que impulsaremos nuevos acuerdos entre la industria, los autores y el público que garantice las recompensas necesarias para incentivar la creación sin impedir la difusión de la cultura.
Comunicación.
La mayoría de los medios de comunicación han caído en la creación de programas o secciones pseudoculturales o pesudocientíficas: secciones de ocultismo o astrología, programas o documentales pseudocientíficos, en los que no se salva ninguna de las ramas del conocimiento. Así, asistimos a programas que manipulan la historia, periódicos que dan pábulo a las predicciones de los astrólogos -no sólo en secciones sino en artículos- pseudohistoriadores que falsean o se inventan datos para obtener beneficios, programas televisivos que con el fin de crear un misterio son capaces de obviar la realidad.
En este país tan carente de formación científica, con una clara pérdida de cultura media en la población y con una carencia crónica de programas de divulgación del conocimiento entretenidos, la existencia de este tipo de programas no sólo no incrementa la cultura media de la población sino que la disminuye a través de datos erróneos o de especulaciones absurdas. La finalidad de este mundillo de lo misterioso, lo paranormal, la ciencia o la medicina «alternativas», necesita de una población desinformada para obtener de ella lo que pretende: beneficios económicos.
Izquierda Unida debe promover un análisis sobre los procesos actuales de acceso a la información, debe posicionarse e intervenir en relación con las licencias audiovisuales, debe promover el papel regulador del Consejo Audiovisual de la Comunidad de Madrid, debe favorecer una circulación de la información alternativa y debe estar muy atenta al mercado laboral del mundo de la comunicación y a las consecuencias de la implantación de la llamada prensa gratuita.
Deportes.
Izquierda Unida valora positivamente la extensión del deporte de base y se posicionará críticamente con el deporte espectáculo cuando, evidentemente, esté al servicio de especulaciones económicas y se sirve como propuesta de consumo que invita a los ciudadanos a “la embriaguez eufórica del espectador”.
Nuevas sensibilidades y cuestiones transversales.
IU debe proponer y practicar una respuesta cultural a la homofobia, el sexismo y la xenofobia. No solamente a nivel de declaraciones, manifiestos o protestas frente a los abusos evidentes que se producen a diario en nuestra sociedad sino tratando de apoyar y articular la respuesta múltiple de cuantos grupos sociales trabajan en estos campos específicos.
De igual manera que la batalla por la memoria histórica y por el resurgir del republicanismo como talante y modelo de comportamiento político se plantean como piezas fundamentales para abordar el futuro desde un cabal aprovechamiento de nuestro propio patrimonio cultural y político, una recuperación de la memoria sobre los represaliados sociales es un deber democrático de compensación a tantas personas que se han visto privadas del respeto a sus más elementales derechos humanos.